Encontré esta sillas junto a un contenedor. Al principio quise resistirme porque acababa de lavar el coche. Pero claro ¿cómo aguantar tanta belleza?

A pesar de lo antiguas que parecían no tenían gruesas capas de pintura sino un ligero barnizado.

Los asientos eran de muelles. En una época en la que no existían grapadoras ni compresores se conseguía un asiento resistente con unos muelles metálicos y cinchas de tela de saco. Eso si, bien tensadas y con un montón de clavos.

Las patas delanteras son una preciosidad, de tipo cabriolé acabadas en bola.

¿Cómo era el relleno?

De paja. Muy compacta cubierta con una tela gruesa y, sobre ella, la tapicería.

Lo desmonté todo y me guardé los muelles para otra ocasión.

Lijé toda la silla hasta desnudar por completo la madera.

Desmonté las piezas sueltas y las encolé. Al desmontar las patas delanteras quedaron a la vista las espigas. Una obra de arte en sí mismas, cortadas en diagonal para que las patas delanteras queden giradas. Esto a un carpintero le parecerá lo más normal pero a mi me impresiona.

Se aplicaron dos manos de barniz decorativa Liberon color Pétalo de Rosa.

Y empezamos a trabajar en el asiento.

Se cortó una tabla siguiendo una plantilla de cartón, obtenida a partir de la silla.

Se colocó sobre ella una esponja de 5cm y se cubrió con guata.

Para la tapicería se eligió una tela clásica de color degradado en tonos rosas.

El asiento se remató con pasamanería fucsia y se añadieron detalles del mismo color en el interior de las patas, sus bolas y el interior del bastidor del respaldo.

El resultado final? Juzgad vosotros mismos.

VENDIDAS